domingo, septiembre 21, 2008

Nuestro Carisma

La Realeza de Cristo es, por inspiración del Espíritu Santo, el carisma y "don fundacional", propio de nuestro Instituto.

Es el Ideal, la Pasión y el Estilo que debe informar la vida, la formación y la acción de los sacerdotes y hermanos de "Cristo Rey"; el sello o marca que los identifique, distinga y una; la razón de ser de nuestra vocación monástica, doctrinal y militante, en el seno amoroso de la Santa Iglesia, nuestra Madre, Maestra y Reina.


¡Contemplemos siempre al Señor, "sentado sobre su Trono, alto y sublime" (cfr. Is 6), cubriendo el templo (y toda la tierra) con el manto sagrado de su divina Realeza!
¡Envolviendo también en este tremendo Misterio, y reduciendo a la unidad, todo el ser, el conocer, el querer, el sentir y el obrar de nuestro humilde Instituto!
El Instituto ha nacido precisamente en esta "hora", para dar testimonio, ante el mundo, de la Soberanía universal y absoluta de Cristo, "el solo Monarca, Rey de reyes y Señor de señores, que hizo la buena confesión en presencia de Poncio Pilato, al cual el honor y el imperio eterno. Amén" (1 Tim 6,12), "pues es preciso que EI reine, hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies" (1 Cor 15,25), porque "todo fue creado por El y para El, El es antes que todo, y todo subsiste en El" (Col 1,16).

Queremos ser de aquellos "que más se querrán afectar y señalar en todo servicio de su Rey eterno y Señor universal" (E.E., 97) el cual nos llama y dice: "Mi voluntad es de conquistar todo el mundo y todos los enemigos, y así entrar en la gloria de mi Padre; por tanto, quien quisiere venir conmigo, ha de trabajar conmigo, para que, siguiéndome en la pena, también me siga en la gloria" (E.E., 95).

Nuestra misión es hacer reinar a Jesús en individuos, familias y naciones, pero comenzando por dejarle reinar en nosotros mismos, en nuestras mentes y en nuestros corazones. ¿Qué otra cosa es la santidad, sino el triunfo total del Rey de amor en un alma libre?
La Realeza Social será la lógica consecuencia de la Realeza interior de Aquel que (sólo El) pudo decir: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6).

Más aún. La Realeza de Cristo es, para nosotros, una Realeza esencial, fundada en el Ser subsistente de su Divinidad, en el Señorío absoluto de Sí mismo. Los que hemos sido recibidos, aunque débiles e indignos, bajo la bandera de Cristo, daremos la mayor gloria a Dios, Uno y Trino, siguiendo más de cerca a nuestro Rey dulcísimo, "haciendo contra nuestra propia sensualidad y contra nuestro amor camal y mundano" (E.E., 97), abrazando "todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual" (E.E., 98), y "deseando más ser estimados por vanos y locos por Cristo, que primero fue tenido por tal, antes que por sabios y prudentes según el mundo" (E.E.,167).

En san Ignacio de Loyola, "caballero andante a lo divino", hallaremos la encarnación viviente de la divina Realeza, en su sentido más genuino, al abrigo de posibles desviaciones, conforme siempre con "el sentido verdadero, que en la Iglesia militante debemos tener" (E.E., 352).
No olvidemos que esta Realeza ha sido y será siempre locura y escándalo para el mundo, y que fue precisamente el título de Rey lo que provocó a sus enemigos el odio y la muerte de Cristo.

"¿Por qué se amotinan las gentes
y trazan los pueblos planes vanos?
¡Se reúnen los reyes de la tierra
y a una se confabulan los príncipes
contra Yavé y contra su Ungido!" (Sal 2).

¡Es el desafío del Príncipe de este mundo!
"Pero nosotros hablamos la Sabiduría de Dios, encerrada en el Misterio" (1 Cor 2,7).
¡Es el Misterio de un Rey destronado que resucitó y reina por los siglos de los siglos!
¡Bienaventurados los Padres y Hermanos de Cristo Rey, que entiendan y vivan y transmitan nuestro espíritu!

¡Quiera ha Santísima Virgen, Reina de los ángeles y de los santos, alcanzarnos esta gracia de su divino Hijo, y no permita que caigamos nunca en la tentación de avergonzarnos de proclamar "opportune, importune" su sagrada Realeza!

Este entusiasmo por Cristo Rey se convertirá en alegría y esperanza escatológica de su segunda Venida, al final de los tiempos, como Juez justísimo y misericordiosísimo, mientras la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto, esperando la liberación de los hijos de Dios (cfr. Rom 8,22).

Tenemos que sentir una gran devoción por este dogma del Juicio Universal, triunfo definitivo de Cristo, el Príncipe de la paz y Señor de la historia; apoteosis de la Redención y comienzo de la Bienaventuranza eterna, para aquellos que se sometieron a su suavísimo imperio.
Esta es nuestra vocación "regia ": preparar los caminos del Señor, hasta que El vuelva, yendo siempre a lo esencial, sin perder el tiempo en cosas accidentales, pues ya falta "poco", como dijo su divina Majestad: "¡He aquí que vengo presto!" (Apoc 22,7).
Suspiremos y clamemos impacientes con la Iglesia-Esposa: "Marana tha! ¡Ven, Señor Jesús!" (Apoc 22,28).

Y sigamos luchando, sin desfallecer, "para que, al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese: ¡Cristo Jesús es el Señor!, para gloria de Dios Padre" (Flp 2,10-11).
(Preámbulo de las "Constituciones y Reglas" del Instituto "Cristo Rey")

A continuación brindamos al usuario de Internet algunos aspectos del Carisma y Don fundacional de nuestro Instituto en base a la doctrina de nuestro fundador.

Lo fundamental:
"La plenitud de la ley es el amor" (Rom 13,8)

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