El martirio de cada día
¿Y qué ideal? Por ti Rey mío,
la sangre dar.
¿Eres Tú Rey ? Jesús respondió : Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. (Jn 18,37)
La palabra martirio proviene del verbo griego μαρτυρέω (martireo), que significa dar testimonio, testimoniar, dar fe de algo.
Cristo es el prototipo del martirio, el que ha venido a dar testimonio, hecho que le llevó a la muerte, y muerte de cruz.
El martirio es así, una plena imitación de Cristo, que lleva al hombre a padecer hasta la muerte las consecuencias de su seguimiento.
El Catecismo es claro al enseñarnos qué es el martirio, pues nos dice que constituye el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad (CIC 2473).
La muerte del mártir no es querida en sí misma sino como testimonio, a fin de no renunciar a proclamar que nos ha nacido un Salvador, que es Rey; de ahí que los mártires mueran al grito de ¡viva Cristo Rey! Todo testimonio lleva consigo un anuncio, el mártir así se convierte en un gran apóstol y su sangre no es estéril sino anuncio vivo que es verdadera semilla de nuevos cristianos. Por eso la Iglesia se renueva día a día con la sangre de Cristo derramada en cada eucaristía, y con la sangre de los mártires; por eso la Iglesia es siempre una “Iglesia Joven”.
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