domingo, septiembre 21, 2008

Lanzamiento de “Iglesia Joven”

Presentación-lanzamiento de “Iglesia Joven”Por nuestro P. Fundador

Este es el título del boletín informativo, propio de la Legión Juvenil de Cristo Rey, que saldrá a luz periódicamente…¿Qué queremos significar con “Iglesia Joven”?

En primer lugar, que la Iglesia no envejece nunca, puesto que es el Pueblo de Dios, el Cuerpo místico de Cristo, el Templo del Espíritu Santo. Su “Juventud” es una propiedad enraizada en su misma naturaleza humano-divina… Cristo prolongado en el espacio y en el tiempo: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los siglos (Mt. 28, 20).La Iglesia, por ser medio necesario de salvación, por voluntad de su divino Fundador, es “in-defectible” (es decir, no puede faltar nunca).
Dios-Jesucristo-Iglesia, aunque no se confunden, son inseparables. ¡Hay que repetirlo hasta el cansancio!

Así como a Dios no se lo puede conocer sino en Jesucristo, así también a Jesucristo no se lo puede conocer sino en Su Iglesia.En segundo lugar, “Iglesia Joven” quiere decir presencia activa de nuestros jóvenes (con responsabilidad, testimonio y protagonismo) en la Iglesia y en la sociedad
Para lo cual hemos de hacer “carne” las Reglas de San Ignacio para “sentir” con la Iglesia.

En tercer lugar, “Iglesia Joven” significa para nosotros que la “Legión juvenil de Cristo Rey” debe distinguirse, de modo especial, por una vivencia fuerte y coherente de toda la Tradición apostólica, que caracteriza al magisterio de nuestro amadísimo y sapientísimo Santo Padre Benedicto XVI, a pesar de la resistencia que encuentra, no solo fuera, sino dentro de la misma Iglesia…Hemos de trabajar por superar la nefasta dialéctica entre “Iglesia preconciliar” y postconciliar que tanto daño ha hecho y sigue haciendo. Lo mismo hay que decir de la dialéctica entre “tradición” y “progreso”, que, lejos de contradecirse, se complementan… ¡bien entendidos!
Ante la grave crisis de fe que padecemos, es más necesaria que nunca una sólida y completa formación doctrinal, basada básicamente en estos 3 libros: el Catecismo de la Iglesia Católica; el Compendio de la doctrina Social de la Iglesia; y La Luz brilla en las tinieblas.
Es urgente y dramática la catequesis a los niños y a los jóvenes, si queremos salvar la familia…Os bendice y abraza en el Corazón traspasado de Jesús Rey, con María, nuestra dulce Madre.

El P. Fundador C.R.

El martirio de cada día


¿Y qué ideal? Por ti Rey mío,
la sangre dar.

Nace “Iglesia Joven”. Todo joven, si es tal, lleva en su sangre unas ansias locas de vivir y morir por un ideal grande… grande… Queremos ser jóvenes entregados. Queremos ser jóvenes que sean un fiel reflejo de Cristo, en su vida y en su muerte. Queremos ser jóvenes que aman a Cristo como Él amó su Iglesia, dando toda su sangre en la cruz por ella. Queremos ser jóvenes que vivan el martirio de cada día, para, si fuera preciso, podamos ser jóvenes que vivan el martirio el día de su muerte.¿Pero qué es el martirio?

¿Eres Tú Rey ? Jesús respondió : Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. (Jn 18,37)


La palabra martirio proviene del verbo griego μαρτυρέω (martireo), que significa dar testimonio, testimoniar, dar fe de algo.

Cristo es el prototipo del martirio, el que ha venido a dar testimonio, hecho que le llevó a la muerte, y muerte de cruz.

El martirio es así, una plena imitación de Cristo, que lleva al hombre a padecer hasta la muerte las consecuencias de su seguimiento.

El Catecismo es claro al enseñarnos qué es el martirio, pues nos dice que constituye el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad (CIC 2473).

La muerte del mártir no es querida en sí misma sino como testimonio, a fin de no renunciar a proclamar que nos ha nacido un Salvador, que es Rey; de ahí que los mártires mueran al grito de ¡viva Cristo Rey! Todo testimonio lleva consigo un anuncio, el mártir así se convierte en un gran apóstol y su sangre no es estéril sino anuncio vivo que es verdadera semilla de nuevos cristianos. Por eso la Iglesia se renueva día a día con la sangre de Cristo derramada en cada eucaristía, y con la sangre de los mártires; por eso la Iglesia es siempre una “Iglesia Joven”.



Los frutos de una misión

Testimonio de un misionero:
¡Qué bueno es experimentar cómo los planes de Dios superan en gran medida a los nuestros! Cada uno va a misionar y vuelve misionado, descubriendo que Él no sólo quiere que yo lo ame, o que se hace exclusivo para un selecto grupo; allí se ve de cerca lo mucho que Dios nos ama a todos y a cada uno de sus hijos: no sólo ayudándonos a los misioneros en los problemas mismos de la misión y aumentando nuestra fe y nuestro amor hacia Él, sino que tocando el corazón (usándonos como herramientas) de las personas que nos abren las puertas de sus casas y charlan con nosotros y luego se confiesan y van a Misa. Quizá no todas las personas hayan respondido de la misma forma, pero al igual que quien planta una semilla no espera que brote algo inmediatamente, el regreso a nuestros hogares es con el corazón lleno de alegría porque no tuvimos que deshacernos del polvo de nuestras sandalias, sino que de nuestros propios egoísmos y tibiezas.
Carlos Perna LJCR


Hacia Madrid 2011

Jornadas Mundiales de la Juventud
¿De que se tratan?

Dejemos que lo explique el, por todos querido y recordado, Siervo de Dios Juan Pablo II:
“Las Jornadas, acogiendo una iniciativa propuesta por los mismos jóvenes, han nacido del deseo de ofrecerles significativos «momentos de pausa» en la constante peregrinación de la fe, que se alimenta también mediante el encuentro con los coetáneos de otros Países y el intercambio de las propias experiencias.


La finalidad principal de las Jornadas es la de colocar a Jesucristo en el centro de la fe y de la vida de cada joven, para que sea el punto de referencia constante y la luz verdadera de cada iniciativa y de toda tarea educativa de las nuevas generaciones. Es el «estribillo» de cada Jornada Mundial. Y todas juntas, a lo largo de este decenio, aparecen como una continua y apremiante invitación a fundamentar la vida y la fe sobre la roca que es Cristo. Por este motivo los jóvenes son invitados periódicamente a hacerse peregrinos por los caminos del mundo. En ellos la Iglesia se ve a sí misma y su misión entre los hijos de los hombres; con ellos acoge los desafíos del futuro, consciente de que toda la humanidad necesita una renovada juventud del espíritu. Esta peregrinación del pueblo joven construye puentes de fraternidad y de esperanza entre los continentes, los pueblos y las culturas. Es un camino siempre en movimiento. Como la vida. Como la juventud.
Con el paso de los años se ha demostrado que las Jornadas de la Juventud no son ritos convencionales, sino acontecimientos providenciales, ocasiones para que los jóvenes profesen y proclamen cada vez con más alegría su fe en Cristo. Estando juntos pueden interrogarse sobre las aspiraciones más profundas, experimentar la comunión con la Iglesia, comprometerse con la urgente tarea de la nueva evangelización. De esta forma se dan la mano, formando un gran

corro de amistad, uniendo los colores de la piel y de las banderas nacionales, la diversidad de las culturas y de las experiencias, en la adhesión de fe en el Señor resucitado.”
Las Jornadas Mundiales de la Juventud se realizan cada tres años. En el curso del actual, se realizó en Sydney, Australia, y la próxima se llevará a cabo en el año 2011 en Madrid, España. Esperamos que todos podamos estar allí en el 2011!!! En los próximos números de “Iglesia Joven” detallaremos más acerca de los preparativos de este encuentro internacional.

Un Joven Mártir de Cristo


Francisco Castelló Aleu

Francisco Castelló fue un ingeniero químico que murió mártir en España en 1936. Fue beatificado en 2001.

Nació en Alicante el 19 de abril de 1914. A los dos meses murió su padre, Francisco Castelló Salué; su madre se trasladó a Lérida, junto con su familia. Allí trabajó como maestra nacional, en un pueblecito leridano, Juneda. Falleció cuando Francisco, el más pequeño de sus tres hijos, había cumplido 15 años. A partir de entonces, su tía paterna María cuidaría de Francisco y sus hermanas Teresa y María. Acabado el Bachillerato en los Maristas de Lérida, Francisco fue a Barcelona para proseguir sus estudios en el Instituto Químico de Sarriá. Formó parte de la Congregación Mariana, y de la Acción Católica; luego se integró en la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña. La guerra civil le sorprende mientras realizaba el servicio militar. Fue denunciado por uno de los comandantes y condenado por un tribunal popular a ser fusilado.

"Si ser católico es delito- dijo ante el tribunal, que le propuso apostatar de su fe para salvar la vida- , acepto gustosamente ser delincuente, ya que la mayor felicidad del hombre es dar la vida por Cristo, y si tuviera mil vidas, sin dudar, las daría por Él".

Poco antes de su martirio, escribió tres cartas: una a su novia, María Pelegrí (Mariona), a sus dos hermanas y su tía, y a don Román Galán, su director espiritual. Antes de ser fusilado, el 29 de septiembre de 1936, perdonó a sus verdugos. Murió al grito de ¡¡VIVA CRISTO REY!!. Dos hermanos de su novia, Mariona, también murieron por Cristo. Conservamos varias cartas escritas antes de morir. Una de ellas era para la novia. Vale la pena leerla así, sin comentarios: dice mucho de lo que es un joven enamorado de Dios y de su novia... Pero, sobre todo, cómo el amor de Cristo está por encima de cualquier amor humano por muy santo y bueno que sea.
Francisco supo decir: “Por ti Rey mío la sangre dar… Tu amor por encima de todo…”
“Querida Mariona:
Nuestras vidas se han unido y Dios mismo ha querido separarlas. A Él le ofrezco con toda la sinceridad posible mi amor hacia ti, un amor intenso, puro y sincero. Siento tu desgracia, no la mía. Puedes estar orgullosa: ¡dos hermanos y tu novio!. Pobre Mariona.Me pasa una cosa extraña: no puedo sentir ninguna pena por mi suerte. Una alegría interna, intensa, fuerte… llena todo mi ser. Quisiera escribirte una carta triste, de despedida, pero no puedo. Estoy pleno de alegría como un presentimiento de la Gloria.Quisiera hablarte de lo mucho que te habría amado. De cuánta ternura tenía reservada para ti, de lo felices que habríamos sido. Pero para mí todo esto es secundario. He de dar un gran paso. Una última cosa: cásate, si es tu parecer. Yo desde el cielo bendeciré tu matrimonio y tus hijos.No quiero que llores. No lo quiero. Que estés orgullosa de mí. Te quiero. No tengo tiempo para más.

Francisco”

Nuestro Padre Fundador

Nuestro Rdo. P. Superior nació en Córdoba de España el 30 de setiembre de 1928, en un hogar donde siempre resplandecieron las virtudes cristianas, inculcadas por su piadosa madre, Doña Luisa Moya de Torres-Pardo y su padre, Don José Luis Torres-Pardo.Toda la personalidad de nuestro Padre Fundador quedó marcada a fuego por la dramática y honrosa experiencia vivida -a sus ocho años de edad- entre los gloriosos muros del Alcázar de Toledo.

El heroísmo, la tragedia y la belleza de aquella gesta se imprimió en el puro corazón de aquel niño. Estruendo de cañones, murallas derruidas, sangre y muerte, arengas , llanto y oración a los pies de la Virgen Inmaculada , tanques y piezas de artillería que como dragones o sapos inmundos asaltan la fortaleza... Y el "resto" de España (la verdadera) que resiste con indomable coraje para rescatar a la Cristiandad del feroz ateísmo rojo. El Padre aprende que hay Dos Banderas. Cristo Rey frente a "Lucifer, mortal enemigo"; la Iglesia frente a los poderes infernales. La Realeza social de Cristo se graba como imperativo absoluto, como suprema exigencia del Evangelio, en la mente y en los afectos del niño.

Su padre, militar y católico ejemplar, fue un heroico combatiente en la histórica fortaleza, y herido gravemente por defender a la Madre Patria contra el comunismo ateo e invasor. Falleció santamente en Madrid el 15 de abril de 1973, siendo General de división del Estado Mayor. Sus restos descansan en el memorable Alcázar como "héroe de guerra".

Ya desde su más temprana infancia el Padre sería legítimo heredero de aquella raza de héroes y santos de la nobilísima tierra hispana.

Su madre fue un modelo de esposa y "mujer fuerte", compartiendo los horrores de la guerra.

Son hermosas las historias que nuestro Padre refiere de su vida hogareña, con sus padres y su hermanita, Marisa, 9 años menor. Recuerda muchas veces aquellas noches que sus padres salían con algunos amigos y él y su hermana se quedaban con la mucama "solitos", ¡cómo sufrían hasta que regresaban y los recibían con el cariñoso y estrecho abrazo y beso filiales! "Mi casa era un pequeño cielo" –suele decir el Padre-.

La hermana del Padre formó una excelente y muy numerosa familia, todos, tanto los esposos como los hijos son fervorosos y comprometidos católicos.

El joven José Luis cursó el bachillerato con los Hermanos de la Salle y con los religiosos de la Compañía de María sucesivamente. Perteneció varios años a la rama juvenil de la Acción Católica. Vivió una juventud muy sana, llena de diversiones puras y santas, que le hacían crecer en un ambiente apto para su respuesta total al Señor.

El P. Francisco de Paula Vallet, Fundador de los "Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey" (C.P.C.R.), sería el instrumento providencial de que Dios se serviría para hacer arder en su alma el fuego del amor divino, y el entusiasmo por la Realeza de nuestro Señor Jesucristo.

Con dicho Padre practicaría, dos tandas de Ejercicios. En varias oportunidades el Padre Superior nos ha dicho: "Yo he conocido a un Santo".

Allí, en la fragua de los Ejercicios, recibiría el don precioso de la vocación a la vida religiosa y al Sacerdocio.
¡Jesús sería desde entonces su única "obsesión"! ¡Cuántos horizontes de luz, de grandeza y de conquista se habrían a los ojos de aquel juvenil corazón!

La inesperada muerte del P. Vallet fue un golpe tremendo para su alma.
¡Pero la llama de la vocación estaba ya encendida! Solamente quedaba entregarse sin titubeos ni vacilaciones. En el mundo hubiera tenido un porvenir asegurado, con una carrera de ingeniero agrónomo por delante, una familia por constituir... sin embargo, el Señor de señores llamaba, bajo la égida de Ignacio de Loyola: "Mi voluntad es conquistar todo el mundo y todos los enemigos, y así entrar en la gloria de mi Padre" (Ejerc., 95). "Tú me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir. Tú eras el más fuerte y fui vencido" (Jr 20,7), ¡Vencido por la irradiante hermosura del Amor de los Amores!
Y así, el 13 de abril de 1948 dejó todo e ingresó en la Congregación de los C.P.C.R., a la cual perteneció durante 26 años.

Allí recibió la impronta de una fuerte formación ignaciana, gracias al venerado P. Juan Terradas, hijo predilecto y sucesor del P. Vallet.

De aquellos años de formación el Padre conserva dulcísimos recuerdos, y, sobre todo, un filial agradecimiento hacia el Padre Terradas, quien marcó en su alma los grandes principios de la Teología ascético-mística, de la apologética y de la metafísica.

El. P. Torres-Pardo, ciertamente, recibió de Dios una gran capacidad intelectual. Tiene un poder de síntesis maravilloso y una asombrosa penetración en los grandes misterios de la Divina Revelación -como son la Encarnación del Verbo, la Filiación divina, la Redención, la Divina Realeza del Corazón de Jesús, la Maternidad divina de María Santísima, la Iglesia, la Gracia...-, sobre todo, para saber exponerlos y hacerlos saborear. Para quienes antes éramos como el ciego de nacimiento del Evangelio (Jn 9), y ahora "vemos", es imposible no percibir la acción invisible de los dones de sabiduría, entendimiento y ciencia en su alma sacerdotal. Además, como premio a su generosa entrega, goza de ese prodigioso "carisma" de descender a las aplicaciones concretas, a partir de los grandes principios de la Filosofía y del Evangelio.

El día 6 de julio de 1958 recibió en Digne (Francia) la tan deseada Ordenación sacerdotal. Ese día, en compañía de toda la Obra de laicos de los CPCR, de sus familiares y amigos, fueron también ordenados otros dos sacerdotes de la misma congregación. Comenzaba para el Padre una etapa de grandes consuelos espirituales, premio que el Señor daba a quien con tanto fervor y fidelidad se había preparado a tan magno acontecimiento.

Con ocasión de una larga enfermedad, tuvo que guardar riguroso reposo. Allí, en la quietud y el silencio, descubrió la maravillosa doctrina de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, bebiendo en sus escritos el agua cristalina de la Sabiduría divina. Desde ese momento se dedicaría con pasión a difundir el magisterio espiritual de los Santos Reformadores.

Sus Superiores le confiaron los cargos de profesor, Maestro de novicios, Superior local y regional, y Director de la Revista de la Obra. Participó además en Tres Capítulos Generales.

La muerte del P. Terradas, ocurrida en 1963, sería para él otra verdadera "espada de dolor"; pues perdía al que había sido su padre espiritual, quien le había hecho conocer a fondo la doctrina de la Santa Madre Iglesia, las grandezas inefables de las almas místicas, el sentir apasionado por la Realeza de Cristo, ...

Llegará a Argentina, enviado por sus superiores, en noviembre de 1968, la Arquidiócesis de Rosario era su destino.

Digamos entre paréntesis, que el P. Torres-Pardo padeció como pocos, lo que S.S. Pablo VI llegó a denominar, con patética amargura de Pastor, "proceso de auto-demolición de la Iglesia": la rebeldía contestataria contra los legítimos Pastores, la desacralización de la Liturgia, la relajación de la vida religiosa y sacerdotal, la disolución doctrinal de la catequesis, la reviviscencia de los errores modernistas, el avance del laicismo... con la consiguiente confusión, y hasta escándalo, en no pocos fieles.

Todo esto fue para el Padre un verdadero sufrimiento. Su amor tierno y fuerte a la Santa Madre Iglesia, que tan arraigado llevaba en su corazón, lo impulsó a defender con fe y coraje, su Autoridad y su Magisterio, predicando "a tiempo y a destiempo" la fidelidad incondicional a Roma.

El mismo amor a la Verdad le impulsó también a enfrentar ese "tradicionalismo" mal entendido, fruto de un radicalismo doctrinal, de la falta de caridad y de humildad, que, con pretexto de "tradición", de "ortodoxia" y de "fe de siempre", provoca a los católicos a la crítica sistemática y a una rebeldía obstinada contra el Papa y el Concilio.

Este combate por la defensa de la Iglesia le ha costado al Padre Torres-Pardo, incomprensiones, persecuciones y un deliberado vacío, hasta presentar de él una "imagen" completamente distinta de lo que realmente es.
Jamás ha atacado a las personas, sino los errores y las malas costumbres, como exige la caridad evangélica. "La caridad sin la verdad es falsa; y la verdad sin la caridad es odiosa", nos ha repetido tantísimas veces.

Aquí es donde más ha sido probada su humildad, imitando siempre la actitud de Jesús en la Pasión: "y Jesús callaba..." (Mt 16,63). Esa perfecta conciencia de su nada, ha estado muy hermanada con una pureza, anchura y grandeza de corazón que le hacen vivir en una perenne alegría, fruto de su amor a Jesús y a la Santísima Virgen.

"Conviene que la Iglesia crezca y nosotros disminuyamos, para la mayor gloria de Dios"- ¡Esto es lo que el Padre inculca a sus hijos!
Siempre nos ha enseñado a devolver bien por mal, a orar, sufrir y callar, a no tener nunca la actitud del hermano mayor del "hijo pródigo" (Lc 15, 25) sino a ser caritativos, pacientes, compasivos, misericordiosos, comprensivos, como el Corazón de Jesús.

¡Su personalidad sacerdotal no podía no ser "signo de contradicción"!

Volviendo a nuestra pequeña historia, en octubre de 1974, después de madura reflexión y efectuadas las debidas consultas a Mons. Bolatti, Mons. Tortolo, Mons. Vidal (entre otros), deja su Congregación, con profundo dolor y abandono en la Divina Providencia, acompañado de dos seminaristas profesos y un hermano coadjutor. S.E. Mons. Bolatti, Arzobispo de Rosario, lo recibió paternalmente y lo nombró profesor de Filosofía en el Seminario Arquidiocesano, donde continuó ejerciendo la docencia durante muchos años.

Fue en ese momento cuando fundó la "Legión de Cristo Rey", con sus dos ramas, masculina y femenina.

Al mismo tiempo. comenzó a publicar una modesta Revista de espiritualidad, titulada "Cristo Rey", como medio eficaz de formación y de perseverancia.

Mons. Bolatti envió al Padre un precioso mensaje de bendición que decía así: "Bienvenida sea entonces ‘Cristo Rey’, la revista de espiritualidad, que ya está, con éste, en su cuarto número y que pretende, como sabemos, nutrir a sus lectores de una verdadera y auténtica espiritualidad cristiana, la que forjó santos a través de toda la historia de la Iglesia, espiritualidad que no ha perdido su virtualidad ni su actualidad.
Así es como el Concilio Vaticano II proclama la universal vocación a la santidad de todo el pueblo cristiano en la Iglesia: ‘Por eso todos en la Iglesia, ya pertenezcan a la Jerarquía, ya pertenezcan a la grey, son llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación’ (Lumen Gentium 39).
Bienvenida en nuestro medio esta revista que tendrá como fin esencial invitarnos a seguir este llamado, ilustrándonos sobre la naturaleza y esencia de la vida espiritual y de los medios para conservarla y acrecentarla.
Estos desearíamos que fueran los objetivos de "Cristo Rey", sin desviaciones ni disgresiones que nos distraerían de la búsqueda del "unum necessarium", de lo único necesario: "Que te conozcan a Tí, único Dios verdadero y al que enviaste Jesucristo" (Jn 17,3)".

El Padre dictó clases de Teología en los Cursos de Cultura Católica, dependientes de la Universidad Católica Argentina.
Desarrolló una prodigiosa actividad apostólica, que comprendía principalmente la dirección de tandas de Ejercicios, conferencias y publicaciones de índole espiritual y doctrinal en varias partes de nuestra patria argentina.

Pero, parece que Dios en sus inescrutables designios, tenía sobre el P. Torres-Pardo otros "planes"... Monseñor Bolatti supo ver en él diversos "signos" de la Voluntad divina, para una misión específica en esta "hora" de la Iglesia y de la humanidad, por eso le anima a escribir unas Reglas para dar forma a un nuevo Instituto religioso...

Durante cinco años se va gestando la primera comunidad...
Al principio, los Hermanos fueron alojados caritativamente en su casa por los Religiosos Sacramentinos.

Poco después, ya con el Padre Superior, pasaron a la "Casita San José", cedida con no menos caridad por las religiosas franciscanas hospitalarias.
¡Vaya desde estas líneas nuestro profundo agradecimiento tanto a los Padres como a las Hermanas!

Al año siguiente, el Señor Arzobispo, con su habitual solicitud, les instaló en un sector del entonces Colegio "Santa Unión", de la ciudad de Rosario, mientras los actuales Padres Jorge Piñol y Daniel Almada continuaban sus estudios en el Seminario de Paraná.

El día 19 de marzo de 1981, Festividad del glorioso Patriarca San José, la Divina Providencia nos regala el tan ansiado Documento de aprobación "Ad experimentum", firmado por nuestro Arzobispo.

Poco días antes, Monseñor había revisado, una por una, las Reglas redactadas por el Padre, mostrando su entera satisfacción.

El 26 de abril de 1981, Monseñor inaugura y bendice la actual Residencia de Roldán, casa situada en las afueras de la ciudad, más grande y más apta para la instalación de la comunidad y una casa de ejercicios. Dicha propiedad se consiguió gracias a la caridad del querido Sr. Andrés Laxague (U ) (papá del hoy Padre José CR), antiguo ejercitante y bienhechor.

El Padre se dedica desde entonces prioritariamente a la formación de los futuros sacerdotes del incipiente Instituto "Cristo Rey", delegando la mayoría de los trabajos apostólicos fuera de la Comunidad a los sacerdotes ya ordenados. Dios bendice con vocaciones el Instituto, en el que Sacerdotes, aspirantes al Sacerdocio y Hermanos Coadjutores, deseosos de predicar la Realeza del Señor ante el mundo (ayudando, en primer lugar, a la renovación espiritual y la formación doctrinal de los ministros de la Iglesia, seminaristas y religiosos) se esfuerzan ante todo, por hacer reinar a Jesús en sus corazones.

El Padre infunde día a día el "espíritu" e imprime el "estilo" propio del Instituto a sus hijos. Esta es su sagrada tarea. Por ella se desvive con infatigable celo armonizando amenidad, severidad y delicada ternura, creando así un clima de fervor y santa expansión.

La comunidad crece, la Legión se consolida y se extiende, las tandas de Ejercicios se multiplican, adelantan las obras en construcción.. . pero nada de esto le preocupa tanto como la real santificación de sus hijos. Por ella entrega su vida. Lo demás se dará "por añadidura".

El 30 de abril de 1993 S. E. Rvdma. Jorge Manuel López firma los decretos de Aprobación del Instituto "Cristo Rey" como "Asociación Pública Eclesiástica", y de aprobación del "Escolasticado de Filosofía".

El 1º de mayo de 1993 hace solemne entrega de los dos documentos antes mencionados .

Actualmente el Padre Torres-Pardo se dedica especialmente a la formación de sus hijos, sacerdotes y hermanos. No por eso descuida la atención de sus hijos e hijas que luchan en el mundo por la instauración de la Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo, tratando de impregnar con los valores evangélicos todos los ambientes; el Padre les hace gustar nuestro Carisma mediante la predicación de retiros espirituales, conferencias, clases y en la dirección espiritual.

La fuerza arrolladora de su espíritu llega a muchísimos hogares en varias partes del mundo mediante la difusión que sus hijos hacen de sus libros, artículos, meditaciones grabadas en cintas y sus cantos.
También un buen número de sacerdotes diocesanos se alimentan de su sabiduría, asimilando a su vocación propia las claves que el Padre les brinda para una santa perseverancia.

Digamos finalmente que el R.P. José Luis Torres-Pardo hace suyo el Ideal de la Realeza de Jesucristo, lo proclama con celo y libertad de espíritu (en sus tres aspectos: ontológico, místico y social).
La Realeza de Cristo es para él y sus hijos un Ideal, una Pasión, un Estilo, una Misión, y un Desafío.

I. La Realeza es, en primer lugar, su gran Ideal, es decir, la Idea-luz, la Idea-fuerza, la Idea-clave de toda la Historia de la Salvación. La Realeza viene a ser como un "trascendental teológico", una propiedad del ser trascendente.

Cristo Rey es el Principio y Fundamento de todas las cosas, las del cielo y las de la tierra... "Todo fue creado por El y para El; El es antes que todo y todo subsiste en Él (Col 1, 16-17). La Realeza es el resplandor de la Divina Majestad.
II. La Realeza es, en segundo lugar, una Pasión, es decir, un amor ardiente y fuerte que convierte en vida el Ideal.

El triunfo de Cristo Rey en un alma libre es la santidad o Realeza individual.
El triunfo de Cristo Rey en el orden temporal (familia, sociedad) es la Civilización Cristiana o Realeza social.

III. La Realeza es, en tercer lugar, un Estilo de vida, es decir, un sello, un carácter, un "modo de ser".
Estilo, ante todo, ignaciano, condensado en el libro de Ejercicios. Es el estilo del "caballero cristiano".
Estilo monástico, en cuanto al gusto por la vida contemplativa, el silencio, la clausura, la solemnidad de la Liturgia y del canto gregoriano.
Estilo romano, por la devoción y obediencia filial al Sucesor de Pedro y por la fidelidad a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia.
IV. La Realeza es una Misión. Proclamarla a la faz del mundo, dar a conocer a nuestro Rey adorado y hermoso a todo el mundo.
V. La Realeza es, finalmente, un Desafío, frente al laicismo social, el indiferentismo religioso y el ateismo camuflado de la llamada posmodernidad, de un mundo suicida, que se pretende "autosuficiente", al grito impío y satánico de: "¡no queremos que Cristo reine!"...

Nuestro Carisma

La Realeza de Cristo es, por inspiración del Espíritu Santo, el carisma y "don fundacional", propio de nuestro Instituto.

Es el Ideal, la Pasión y el Estilo que debe informar la vida, la formación y la acción de los sacerdotes y hermanos de "Cristo Rey"; el sello o marca que los identifique, distinga y una; la razón de ser de nuestra vocación monástica, doctrinal y militante, en el seno amoroso de la Santa Iglesia, nuestra Madre, Maestra y Reina.


¡Contemplemos siempre al Señor, "sentado sobre su Trono, alto y sublime" (cfr. Is 6), cubriendo el templo (y toda la tierra) con el manto sagrado de su divina Realeza!
¡Envolviendo también en este tremendo Misterio, y reduciendo a la unidad, todo el ser, el conocer, el querer, el sentir y el obrar de nuestro humilde Instituto!
El Instituto ha nacido precisamente en esta "hora", para dar testimonio, ante el mundo, de la Soberanía universal y absoluta de Cristo, "el solo Monarca, Rey de reyes y Señor de señores, que hizo la buena confesión en presencia de Poncio Pilato, al cual el honor y el imperio eterno. Amén" (1 Tim 6,12), "pues es preciso que EI reine, hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies" (1 Cor 15,25), porque "todo fue creado por El y para El, El es antes que todo, y todo subsiste en El" (Col 1,16).

Queremos ser de aquellos "que más se querrán afectar y señalar en todo servicio de su Rey eterno y Señor universal" (E.E., 97) el cual nos llama y dice: "Mi voluntad es de conquistar todo el mundo y todos los enemigos, y así entrar en la gloria de mi Padre; por tanto, quien quisiere venir conmigo, ha de trabajar conmigo, para que, siguiéndome en la pena, también me siga en la gloria" (E.E., 95).

Nuestra misión es hacer reinar a Jesús en individuos, familias y naciones, pero comenzando por dejarle reinar en nosotros mismos, en nuestras mentes y en nuestros corazones. ¿Qué otra cosa es la santidad, sino el triunfo total del Rey de amor en un alma libre?
La Realeza Social será la lógica consecuencia de la Realeza interior de Aquel que (sólo El) pudo decir: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6).

Más aún. La Realeza de Cristo es, para nosotros, una Realeza esencial, fundada en el Ser subsistente de su Divinidad, en el Señorío absoluto de Sí mismo. Los que hemos sido recibidos, aunque débiles e indignos, bajo la bandera de Cristo, daremos la mayor gloria a Dios, Uno y Trino, siguiendo más de cerca a nuestro Rey dulcísimo, "haciendo contra nuestra propia sensualidad y contra nuestro amor camal y mundano" (E.E., 97), abrazando "todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual" (E.E., 98), y "deseando más ser estimados por vanos y locos por Cristo, que primero fue tenido por tal, antes que por sabios y prudentes según el mundo" (E.E.,167).

En san Ignacio de Loyola, "caballero andante a lo divino", hallaremos la encarnación viviente de la divina Realeza, en su sentido más genuino, al abrigo de posibles desviaciones, conforme siempre con "el sentido verdadero, que en la Iglesia militante debemos tener" (E.E., 352).
No olvidemos que esta Realeza ha sido y será siempre locura y escándalo para el mundo, y que fue precisamente el título de Rey lo que provocó a sus enemigos el odio y la muerte de Cristo.

"¿Por qué se amotinan las gentes
y trazan los pueblos planes vanos?
¡Se reúnen los reyes de la tierra
y a una se confabulan los príncipes
contra Yavé y contra su Ungido!" (Sal 2).

¡Es el desafío del Príncipe de este mundo!
"Pero nosotros hablamos la Sabiduría de Dios, encerrada en el Misterio" (1 Cor 2,7).
¡Es el Misterio de un Rey destronado que resucitó y reina por los siglos de los siglos!
¡Bienaventurados los Padres y Hermanos de Cristo Rey, que entiendan y vivan y transmitan nuestro espíritu!

¡Quiera ha Santísima Virgen, Reina de los ángeles y de los santos, alcanzarnos esta gracia de su divino Hijo, y no permita que caigamos nunca en la tentación de avergonzarnos de proclamar "opportune, importune" su sagrada Realeza!

Este entusiasmo por Cristo Rey se convertirá en alegría y esperanza escatológica de su segunda Venida, al final de los tiempos, como Juez justísimo y misericordiosísimo, mientras la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto, esperando la liberación de los hijos de Dios (cfr. Rom 8,22).

Tenemos que sentir una gran devoción por este dogma del Juicio Universal, triunfo definitivo de Cristo, el Príncipe de la paz y Señor de la historia; apoteosis de la Redención y comienzo de la Bienaventuranza eterna, para aquellos que se sometieron a su suavísimo imperio.
Esta es nuestra vocación "regia ": preparar los caminos del Señor, hasta que El vuelva, yendo siempre a lo esencial, sin perder el tiempo en cosas accidentales, pues ya falta "poco", como dijo su divina Majestad: "¡He aquí que vengo presto!" (Apoc 22,7).
Suspiremos y clamemos impacientes con la Iglesia-Esposa: "Marana tha! ¡Ven, Señor Jesús!" (Apoc 22,28).

Y sigamos luchando, sin desfallecer, "para que, al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese: ¡Cristo Jesús es el Señor!, para gloria de Dios Padre" (Flp 2,10-11).
(Preámbulo de las "Constituciones y Reglas" del Instituto "Cristo Rey")

A continuación brindamos al usuario de Internet algunos aspectos del Carisma y Don fundacional de nuestro Instituto en base a la doctrina de nuestro fundador.

Lo fundamental:
"La plenitud de la ley es el amor" (Rom 13,8)