Nuestro Rdo. P. Superior nació en Córdoba de España el 30 de setiembre de 1928, en un hogar donde siempre resplandecieron las virtudes cristianas, inculcadas por su piadosa madre, Doña Luisa Moya de Torres-Pardo y su padre, Don José Luis Torres-Pardo.Toda la personalidad de nuestro Padre Fundador quedó marcada a fuego por la dramática y honrosa experiencia vivida -a sus ocho años de edad- entre los gloriosos muros del Alcázar de Toledo.
El heroísmo, la tragedia y la belleza de aquella gesta se imprimió en el puro corazón de aquel niño. Estruendo de cañones, murallas derruidas, sangre y muerte, arengas , llanto y oración a los pies de la Virgen Inmaculada , tanques y piezas de artillería que como dragones o sapos inmundos asaltan la fortaleza... Y el "resto" de España (la verdadera) que resiste con indomable coraje para rescatar a la Cristiandad del feroz ateísmo rojo. El Padre aprende que hay Dos Banderas. Cristo Rey frente a "Lucifer, mortal enemigo"; la Iglesia frente a los poderes infernales. La Realeza social de Cristo se graba como imperativo absoluto, como suprema exigencia del Evangelio, en la mente y en los afectos del niño.
Su padre, militar y católico ejemplar, fue un heroico combatiente en la histórica fortaleza, y herido gravemente por defender a la Madre Patria contra el comunismo ateo e invasor. Falleció santamente en Madrid el 15 de abril de 1973, siendo General de división del Estado Mayor. Sus restos descansan en el memorable Alcázar como "héroe de guerra".
Ya desde su más temprana infancia el Padre sería legítimo heredero de aquella raza de héroes y santos de la nobilísima tierra hispana.
Su madre fue un modelo de esposa y "mujer fuerte", compartiendo los horrores de la guerra.
Son hermosas las historias que nuestro Padre refiere de su vida hogareña, con sus padres y su hermanita, Marisa, 9 años menor. Recuerda muchas veces aquellas noches que sus padres salían con algunos amigos y él y su hermana se quedaban con la mucama "solitos", ¡cómo sufrían hasta que regresaban y los recibían con el cariñoso y estrecho abrazo y beso filiales! "Mi casa era un pequeño cielo" –suele decir el Padre-.
La hermana del Padre formó una excelente y muy numerosa familia, todos, tanto los esposos como los hijos son fervorosos y comprometidos católicos.
El joven José Luis cursó el bachillerato con los Hermanos de la Salle y con los religiosos de la Compañía de María sucesivamente. Perteneció varios años a la rama juvenil de la Acción Católica. Vivió una juventud muy sana, llena de diversiones puras y santas, que le hacían crecer en un ambiente apto para su respuesta total al Señor.
El P. Francisco de Paula Vallet, Fundador de los "Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey" (C.P.C.R.), sería el instrumento providencial de que Dios se serviría para hacer arder en su alma el fuego del amor divino, y el entusiasmo por la Realeza de nuestro Señor Jesucristo.
Con dicho Padre practicaría, dos tandas de Ejercicios. En varias oportunidades el Padre Superior nos ha dicho: "Yo he conocido a un Santo".
Allí, en la fragua de los Ejercicios, recibiría el don precioso de la vocación a la vida religiosa y al Sacerdocio.
¡Jesús sería desde entonces su única "obsesión"! ¡Cuántos horizontes de luz, de grandeza y de conquista se habrían a los ojos de aquel juvenil corazón!
La inesperada muerte del P. Vallet fue un golpe tremendo para su alma.
¡Pero la llama de la vocación estaba ya encendida! Solamente quedaba entregarse sin titubeos ni vacilaciones. En el mundo hubiera tenido un porvenir asegurado, con una carrera de ingeniero agrónomo por delante, una familia por constituir... sin embargo, el Señor de señores llamaba, bajo la égida de Ignacio de Loyola: "Mi voluntad es conquistar todo el mundo y todos los enemigos, y así entrar en la gloria de mi Padre" (Ejerc., 95). "Tú me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir. Tú eras el más fuerte y fui vencido" (Jr 20,7), ¡Vencido por la irradiante hermosura del Amor de los Amores!
Y así, el 13 de abril de 1948 dejó todo e ingresó en la Congregación de los C.P.C.R., a la cual perteneció durante 26 años.
Allí recibió la impronta de una fuerte formación ignaciana, gracias al venerado P. Juan Terradas, hijo predilecto y sucesor del P. Vallet.
De aquellos años de formación el Padre conserva dulcísimos recuerdos, y, sobre todo, un filial agradecimiento hacia el Padre Terradas, quien marcó en su alma los grandes principios de la Teología ascético-mística, de la apologética y de la metafísica.
El. P. Torres-Pardo, ciertamente, recibió de Dios una gran capacidad intelectual. Tiene un poder de síntesis maravilloso y una asombrosa penetración en los grandes misterios de la Divina Revelación -como son la Encarnación del Verbo, la Filiación divina, la Redención, la Divina Realeza del Corazón de Jesús, la Maternidad divina de María Santísima, la Iglesia, la Gracia...-, sobre todo, para saber exponerlos y hacerlos saborear. Para quienes antes éramos como el ciego de nacimiento del Evangelio (Jn 9), y ahora "vemos", es imposible no percibir la acción invisible de los dones de sabiduría, entendimiento y ciencia en su alma sacerdotal. Además, como premio a su generosa entrega, goza de ese prodigioso "carisma" de descender a las aplicaciones concretas, a partir de los grandes principios de la Filosofía y del Evangelio.
El día 6 de julio de 1958 recibió en Digne (Francia) la tan deseada Ordenación sacerdotal. Ese día, en compañía de toda la Obra de laicos de los CPCR, de sus familiares y amigos, fueron también ordenados otros dos sacerdotes de la misma congregación. Comenzaba para el Padre una etapa de grandes consuelos espirituales, premio que el Señor daba a quien con tanto fervor y fidelidad se había preparado a tan magno acontecimiento.
Con ocasión de una larga enfermedad, tuvo que guardar riguroso reposo. Allí, en la quietud y el silencio, descubrió la maravillosa doctrina de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, bebiendo en sus escritos el agua cristalina de la Sabiduría divina. Desde ese momento se dedicaría con pasión a difundir el magisterio espiritual de los Santos Reformadores.
Sus Superiores le confiaron los cargos de profesor, Maestro de novicios, Superior local y regional, y Director de la Revista de la Obra. Participó además en Tres Capítulos Generales.
La muerte del P. Terradas, ocurrida en 1963, sería para él otra verdadera "espada de dolor"; pues perdía al que había sido su padre espiritual, quien le había hecho conocer a fondo la doctrina de la Santa Madre Iglesia, las grandezas inefables de las almas místicas, el sentir apasionado por la Realeza de Cristo, ...
Llegará a Argentina, enviado por sus superiores, en noviembre de 1968, la Arquidiócesis de Rosario era su destino.
Digamos entre paréntesis, que el P. Torres-Pardo padeció como pocos, lo que S.S. Pablo VI llegó a denominar, con patética amargura de Pastor, "proceso de auto-demolición de la Iglesia": la rebeldía contestataria contra los legítimos Pastores, la desacralización de la Liturgia, la relajación de la vida religiosa y sacerdotal, la disolución doctrinal de la catequesis, la reviviscencia de los errores modernistas, el avance del laicismo... con la consiguiente confusión, y hasta escándalo, en no pocos fieles.
Todo esto fue para el Padre un verdadero sufrimiento. Su amor tierno y fuerte a la Santa Madre Iglesia, que tan arraigado llevaba en su corazón, lo impulsó a defender con fe y coraje, su Autoridad y su Magisterio, predicando "a tiempo y a destiempo" la fidelidad incondicional a Roma.
El mismo amor a la Verdad le impulsó también a enfrentar ese "tradicionalismo" mal entendido, fruto de un radicalismo doctrinal, de la falta de caridad y de humildad, que, con pretexto de "tradición", de "ortodoxia" y de "fe de siempre", provoca a los católicos a la crítica sistemática y a una rebeldía obstinada contra el Papa y el Concilio.
Este combate por la defensa de la Iglesia le ha costado al Padre Torres-Pardo, incomprensiones, persecuciones y un deliberado vacío, hasta presentar de él una "imagen" completamente distinta de lo que realmente es.
Jamás ha atacado a las personas, sino los errores y las malas costumbres, como exige la caridad evangélica. "La caridad sin la verdad es falsa; y la verdad sin la caridad es odiosa", nos ha repetido tantísimas veces.
Aquí es donde más ha sido probada su humildad, imitando siempre la actitud de Jesús en la Pasión: "y Jesús callaba..." (Mt 16,63). Esa perfecta conciencia de su nada, ha estado muy hermanada con una pureza, anchura y grandeza de corazón que le hacen vivir en una perenne alegría, fruto de su amor a Jesús y a la Santísima Virgen.
"Conviene que la Iglesia crezca y nosotros disminuyamos, para la mayor gloria de Dios"- ¡Esto es lo que el Padre inculca a sus hijos!
Siempre nos ha enseñado a devolver bien por mal, a orar, sufrir y callar, a no tener nunca la actitud del hermano mayor del "hijo pródigo" (Lc 15, 25) sino a ser caritativos, pacientes, compasivos, misericordiosos, comprensivos, como el Corazón de Jesús.
¡Su personalidad sacerdotal no podía no ser "signo de contradicción"!
Volviendo a nuestra pequeña historia, en octubre de 1974, después de madura reflexión y efectuadas las debidas consultas a Mons. Bolatti, Mons. Tortolo, Mons. Vidal (entre otros), deja su Congregación, con profundo dolor y abandono en la Divina Providencia, acompañado de dos seminaristas profesos y un hermano coadjutor. S.E. Mons. Bolatti, Arzobispo de Rosario, lo recibió paternalmente y lo nombró profesor de Filosofía en el Seminario Arquidiocesano, donde continuó ejerciendo la docencia durante muchos años.
Fue en ese momento cuando fundó la "Legión de Cristo Rey", con sus dos ramas, masculina y femenina.
Al mismo tiempo. comenzó a publicar una modesta Revista de espiritualidad, titulada "Cristo Rey", como medio eficaz de formación y de perseverancia.
Mons. Bolatti envió al Padre un precioso mensaje de bendición que decía así: "Bienvenida sea entonces ‘Cristo Rey’, la revista de espiritualidad, que ya está, con éste, en su cuarto número y que pretende, como sabemos, nutrir a sus lectores de una verdadera y auténtica espiritualidad cristiana, la que forjó santos a través de toda la historia de la Iglesia, espiritualidad que no ha perdido su virtualidad ni su actualidad.
Así es como el Concilio Vaticano II proclama la universal vocación a la santidad de todo el pueblo cristiano en la Iglesia: ‘Por eso todos en la Iglesia, ya pertenezcan a la Jerarquía, ya pertenezcan a la grey, son llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación’ (Lumen Gentium 39).
Bienvenida en nuestro medio esta revista que tendrá como fin esencial invitarnos a seguir este llamado, ilustrándonos sobre la naturaleza y esencia de la vida espiritual y de los medios para conservarla y acrecentarla.
Estos desearíamos que fueran los objetivos de "Cristo Rey", sin desviaciones ni disgresiones que nos distraerían de la búsqueda del "unum necessarium", de lo único necesario: "Que te conozcan a Tí, único Dios verdadero y al que enviaste Jesucristo" (Jn 17,3)".
El Padre dictó clases de Teología en los Cursos de Cultura Católica, dependientes de la Universidad Católica Argentina.
Desarrolló una prodigiosa actividad apostólica, que comprendía principalmente la dirección de tandas de Ejercicios, conferencias y publicaciones de índole espiritual y doctrinal en varias partes de nuestra patria argentina.
Pero, parece que Dios en sus inescrutables designios, tenía sobre el P. Torres-Pardo otros "planes"... Monseñor Bolatti supo ver en él diversos "signos" de la Voluntad divina, para una misión específica en esta "hora" de la Iglesia y de la humanidad, por eso le anima a escribir unas Reglas para dar forma a un nuevo Instituto religioso...
Durante cinco años se va gestando la primera comunidad...
Al principio, los Hermanos fueron alojados caritativamente en su casa por los Religiosos Sacramentinos.
Poco después, ya con el Padre Superior, pasaron a la "Casita San José", cedida con no menos caridad por las religiosas franciscanas hospitalarias.
¡Vaya desde estas líneas nuestro profundo agradecimiento tanto a los Padres como a las Hermanas!
Al año siguiente, el Señor Arzobispo, con su habitual solicitud, les instaló en un sector del entonces Colegio "Santa Unión", de la ciudad de Rosario, mientras los actuales Padres Jorge Piñol y Daniel Almada continuaban sus estudios en el Seminario de Paraná.
El día 19 de marzo de 1981, Festividad del glorioso Patriarca San José, la Divina Providencia nos regala el tan ansiado Documento de aprobación "Ad experimentum", firmado por nuestro Arzobispo.
Poco días antes, Monseñor había revisado, una por una, las Reglas redactadas por el Padre, mostrando su entera satisfacción.
El 26 de abril de 1981, Monseñor inaugura y bendice la actual Residencia de Roldán, casa situada en las afueras de la ciudad, más grande y más apta para la instalación de la comunidad y una casa de ejercicios. Dicha propiedad se consiguió gracias a la caridad del querido Sr. Andrés Laxague (U ) (papá del hoy Padre José CR), antiguo ejercitante y bienhechor.
El Padre se dedica desde entonces prioritariamente a la formación de los futuros sacerdotes del incipiente Instituto "Cristo Rey", delegando la mayoría de los trabajos apostólicos fuera de la Comunidad a los sacerdotes ya ordenados. Dios bendice con vocaciones el Instituto, en el que Sacerdotes, aspirantes al Sacerdocio y Hermanos Coadjutores, deseosos de predicar la Realeza del Señor ante el mundo (ayudando, en primer lugar, a la renovación espiritual y la formación doctrinal de los ministros de la Iglesia, seminaristas y religiosos) se esfuerzan ante todo, por hacer reinar a Jesús en sus corazones.
El Padre infunde día a día el "espíritu" e imprime el "estilo" propio del Instituto a sus hijos. Esta es su sagrada tarea. Por ella se desvive con infatigable celo armonizando amenidad, severidad y delicada ternura, creando así un clima de fervor y santa expansión.
La comunidad crece, la Legión se consolida y se extiende, las tandas de Ejercicios se multiplican, adelantan las obras en construcción.. . pero nada de esto le preocupa tanto como la real santificación de sus hijos. Por ella entrega su vida. Lo demás se dará "por añadidura".
El 30 de abril de 1993 S. E. Rvdma. Jorge Manuel López firma los decretos de Aprobación del Instituto "Cristo Rey" como "Asociación Pública Eclesiástica", y de aprobación del "Escolasticado de Filosofía".
El 1º de mayo de 1993 hace solemne entrega de los dos documentos antes mencionados .
Actualmente el Padre Torres-Pardo se dedica especialmente a la formación de sus hijos, sacerdotes y hermanos. No por eso descuida la atención de sus hijos e hijas que luchan en el mundo por la instauración de la Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo, tratando de impregnar con los valores evangélicos todos los ambientes; el Padre les hace gustar nuestro Carisma mediante la predicación de retiros espirituales, conferencias, clases y en la dirección espiritual.
La fuerza arrolladora de su espíritu llega a muchísimos hogares en varias partes del mundo mediante la difusión que sus hijos hacen de sus libros, artículos, meditaciones grabadas en cintas y sus cantos.
También un buen número de sacerdotes diocesanos se alimentan de su sabiduría, asimilando a su vocación propia las claves que el Padre les brinda para una santa perseverancia.
Digamos finalmente que el R.P. José Luis Torres-Pardo hace suyo el Ideal de la Realeza de Jesucristo, lo proclama con celo y libertad de espíritu (en sus tres aspectos: ontológico, místico y social).
La Realeza de Cristo es para él y sus hijos un Ideal, una Pasión, un Estilo, una Misión, y un Desafío.
I. La Realeza es, en primer lugar, su gran Ideal, es decir, la Idea-luz, la Idea-fuerza, la Idea-clave de toda la Historia de la Salvación. La Realeza viene a ser como un "trascendental teológico", una propiedad del ser trascendente.
Cristo Rey es el Principio y Fundamento de todas las cosas, las del cielo y las de la tierra... "Todo fue creado por El y para El; El es antes que todo y todo subsiste en Él (Col 1, 16-17). La Realeza es el resplandor de la Divina Majestad.
II. La Realeza es, en segundo lugar, una Pasión, es decir, un amor ardiente y fuerte que convierte en vida el Ideal.
El triunfo de Cristo Rey en un alma libre es la santidad o Realeza individual.
El triunfo de Cristo Rey en el orden temporal (familia, sociedad) es la Civilización Cristiana o Realeza social.
III. La Realeza es, en tercer lugar, un Estilo de vida, es decir, un sello, un carácter, un "modo de ser".
Estilo, ante todo, ignaciano, condensado en el libro de Ejercicios. Es el estilo del "caballero cristiano".
Estilo monástico, en cuanto al gusto por la vida contemplativa, el silencio, la clausura, la solemnidad de la Liturgia y del canto gregoriano.
Estilo romano, por la devoción y obediencia filial al Sucesor de Pedro y por la fidelidad a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia.
IV. La Realeza es una Misión. Proclamarla a la faz del mundo, dar a conocer a nuestro Rey adorado y hermoso a todo el mundo.
V. La Realeza es, finalmente, un Desafío, frente al laicismo social, el indiferentismo religioso y el ateismo camuflado de la llamada posmodernidad, de un mundo suicida, que se pretende "autosuficiente", al grito impío y satánico de: "¡no queremos que Cristo reine!"...